lunes, 17 de octubre de 2016

Déjame entrar.

Las personas que no te permiten explorarlas, por miedo o cualquier otra razón, pero quieren estar contigo toman riesgos que pueden valer esa relación.

Porque el cerebro humano es curioso, sioempre quiere saber más de todo, más cuado algo te apasiona o te gusta, te intriga y emociona; el cerebro vive para conocer y descubrir, es un alimento hermoso que le permitan seguir urgando, tal vez hay cuartos en la mente de otros que no se deban visitar, pero cuando uno pregunta si puede pasar y en todas las puertas le niegan la entrada, uno se va, a otro cerebro en el que pueda seguir emocionándose de encontrar cosas nuevas, no necesariamente bonitas, pero nuevas.

viernes, 30 de septiembre de 2016

Veinticuatro, como las horas

Veinticuatro, como las horas


Todo lo que soy:

Soy las tardes de invierno (febrero-marzo por ejemplo) cuando íbamos con unos primos de mi papá (que además eran vecinos), mi hermano y yo, armados con una madeja de hilo cáñamo, nuestro destino era recorrer todo el ancho de la milpa de mi abuelo, recién cosechada y ya sin el zacate del maíz, para poder así levantar un papalote.
Dicho papalote era construido con (precisamente) algunas varas, ya fueran de caña de maíz o de el árbol de capulín, también se ocupaba de una bolsa de plástico sin perforaciones, lo suficientemente grande para poder crear un intento de rombo irregular y con las bolsas que sí tuvieran algun tipo de perfoación y un poco de tela vieja, hacer la "cola" del papalote, misma que ayudaría a que éste llegara tan lejos que apenas fuera posible disinguirlo.

Teníamos que hacer muchos intentos para poder levantar el papalote, además de recorrer varias veces y por turnos y con velocidades impresionantes, el largo de la milpa recién barbechada , también debíamos de vivir la adrenalina de "soltarle" más al hilo, temiendo porque el viento cesara y cayera nuesto papalote colectivo lejos de nuestros territorios y entonces alguien más lo rescataría, lo restauraría y se quedaría con nuestras horas de ingeniería .

A veces también hacíamos más de un papalote, como en total eramos 4, el tío David, la tía Marcela, mi hermano y yo, entonces a nosotras nos dejaban intentar hacer un papalote pero más pequeño, con las baras que no usaron y lo demás, tal vez era machista, pero nosotras no dabamos importancia, el punto era competir por quién dejaba ir más lejos su papalote(sin perderlo en el intento).